
AQUELLA noche hacían cola los sueños,
queriendo ser soñados,
pero Helena no podía soñarlos a todos, no había manera.
Uno de los sueños, desconocido, se recoendaba:
-Suéñeme, que le conviene, Suéñeme, que le va a gustar.
Hacían la cola unos cuantos sueños nuevos,
jamás soñados, pero Helena reconocía al sueño bobo,
que siempre volvía, ese pesado,
y a otros sueños cómicos o sombríos que
eran viejos conocidos de sus noches de mucho volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario