Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló antes sus ojos. Y fue tanta la inmesidad de la mar, y tanto el fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeado, pidió a su padre: - ¡Ayudame a mirar!
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