en plena luz

19 de septiembre de 2010

" Luego llegarían más ocasiones para el llanto, pero yo me mantuve seco. La más notoria fue sin duda la despedida de mi hermana, pero esa noche mi desconsuelo era tan tremendo que me olvidé de llorar. Puede que tanta contención sea saludable, pero yo la veo como una carencia. ¿Se habrá agotado el stock de mis humildes sentimientos? ¿Será que mis emociones se arrugaron? Continuará en la próxima entrega.
Alejo depositó la libreta del diario en su cajoncito personal. De nuevo se situó en la realidad de su entorno. Detrás del televisor había una pared con azulejos. Hoy es una de esas noches de obligada juerga, pensó; así que Jaime volverá muy tarde.
Había poco para elegir, así que se sentó en su mecedora predilecta y encendió la tele. Expulsados por el agresivo rectángulo luminoso, los azulejos se sumergieron en la sombra.
Noticias. Zapping. Más noticias. Zapping. Mediocre programa de preguntas y respuestas. Se le pregunta a los participantes sobre los nombres de los planetas. El más sabio llegó a tres: Tierra, Marte y Júpiter. Otro, menos informado, dijo: Marte y la Luna. Zapping. De nuevo noticias. Pero ahora Alejo queda extrañamente enganchado. La pantalla documenta la situación en Sudán. El contraste tiene su gancho. Por un lado muestra las ruinas provocadas por el bombardeo norteamericano. Por otro, una multitud de negros, a punto de morirse de hambre y de sed. Todo en el mismo país. De pronto la cámara enfoca a un negrito esquelético, con brazos y piernas que son palitos y una mirada que no es inquisidora ni humillada ni penosa ni lacerante. Es tan sólo una mirada, y ya es bastante. Entonces el negrito, haciendo un evidente esfuerzo, logra alzar un brazo y su dedo índice señala a la cámara, que se detiene intencionadamente en ese gesto. Al negrito no le quedan fuerzas ni para sonreír al extranjero.
Alejo entiende que aquel prójimo enclenque lo está señalando a él. Entonces comprueba, para su sorpresa, que sus ojos, tras cinco años de sequía, están ahora anegados en lágrimas. Alejo llora y llora, con sollozos y hasta con gemidos. Un llanto incontenible. Y cuando el negrito se va de la pantalla, él sigue llorando. Y tiene la sobrecogedora sensación de que no llora sólo por aquel niño famélico sino también por su hermana muerta y en última instancia por sí mismo. O quizá por el m u n d o. "


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