en plena luz

10 de junio de 2012



No había manera de hacerte comprender que así no llegarías nunca a nada, que había cosas que eran demasiado tarde y otras que eran demasiado pronto, y estabas siempre tan al borde de la desesperación en el centro mismo de la alegría y del desenfado, había tanta niebla en tu corazón desconcertado.


Mira si soy monstruoso, qué tengo yo para jactarme, ni a vos te tengo, porque ya estaba decidido que tenía que perderte...
Pero qué hermoso estabas en la ventana, con el gris cielo posado en una mejilla, las manos teniendo el libro, la boca siempre un poco ávida, los ojos dudosos. Había tanto tiempo perdido en vos, eras de tal manera el molde de lo que hubieras podido ser bajo otras estrellas, que tomarte en los brazos y hacerte el amor se volvían una tarea demasiado tierna, demasiado lindante con la obra pía, y ahí me engañaba yo, me dejaba caer en el imbécil orgullo del intelectual que se cree equipado para entender, si dan ganas de reírse.


Dónde estarás, dónde estaremos desde hoy, dos puntos en un universo inexplicable... cerca o lejos, dos puntos que crean una línea, dos puntos que se alejan y se acercan arbitrariamente.

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