Me gusta escuchar que no tiene ni palabras para expresarse, defenderse o justificarse.
Me gusta ver que no me puede sostener ni una mirada, y me habla a través de sus manos.
Me gusta verla tan confundida, que ni ella se entiende.
Me gusta saber que, de a ratos, dice mentiras para salvarse del dolor humano.
Me gusta que hable tanto y no diga nada.
Me gusta que, hasta con sus ojos, me saque fotografías.
Me gusta verla al borde del llanto,
de felicidad o de tristeza.
Me gusta que con cada persona que se cruce, saque un nuevo significado de ella.
Me gusta verla construir su subjetividad con la ayuda de otros.
Me gusta verla así, aunque ella me odie cuando se lo digo,
y entonces, después se odie por odiarme.
Me gusta ver como se sonroja, cuando le digo que cada día esta más linda.
Me gusta verla así todos los días,
porque la única certeza que hay entre tanta duda,
es que no para de crecer nunca.
Cuando conocí a Ludmila, supe que la esencia más pura viene en frasco pequeño.
Ludmila, combinas muy bien con la vida.
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