en plena luz

10 de abril de 2014

Estoy preso en un doble discurso del que no puedo salir. por un lado, me digo: ¿y si el otro, por alguna disposición de su estructura, tenía necesidad de mi insistencia? ¿No estaría justificado, entonces, que me abandonara mi libertad de expresión, al decir lírico de mi "pasión"? ¿El exceso, la locura, no son mi verdad, mi fuerza? ¿Y si esta verdad, esta fuerza, terminaran por impresionar?
Pero, por otro lado, me digo: las señales de esta pasión amenazan con asfixiar al otro. ¿No es preciso ahora, justamente porque lo amo, ocultarle cuánto lo amo? Veo al otro con una doble mirada: a veces lo veo como objeto, a veces como sujeto; vacilo entre la tiranía y la oblación. Me aprisiono a mí mismo en un chantaje: si amo al otro, estoy obligado a querer su bien; pero no puedo entonces más que hacerme mal: trampa: estoy condenado a ser un santo o una monstruo: santo no puedo, monstruo no quiero: por consiguiente, tergiverso: muestro un poco de mi pasión. 

Roland Barthes

No hay comentarios:

Publicar un comentario