El día se
dividió en tres partes. La emoción nos convierte en otros habitando nuestro
cuerpo. Miramos cómo la ciudad, cayendo la tarde, se convierte en un enjambre
de luciérnagas y todo se empequeñece. Y como una voz lejana nos pregunta qué
sería de nosotros si nuestra vida tuviera que ser la de allí. La línea del
tiempo que se vuelve un fugaz recuerdo, donde enterramos aquello que fuimos, el
sueño que nos visita mientras dormitamos en camas distintas. Y nos quedamos en
silencio, ¿cómo podemos ser tan diferentes y sentirnos iguales?
Miriam,
confesó que lejos de su madre no es la misma, que le gana la soledad y que sin
ella, se siente perdida, y entonces, lloró. Como aquella niña que cruzó ilegal
la frontera.
Y mientras sobrevuelo con la mirada, mientras el mundo se pinta de
gris y algunos se enamoran, mientras el mundo parece ser una lluvia y uno, a
ratos, es feliz, pienso, mirando el nublado cielo que ilumina la ventana: cuanta
vida hay aquí.
Regreso de noche a casa, abro la puerta y mamá me recibe con un fuerte
abrazo y Anchu con unos mates calientes, pienso y siento: soy afortunada.
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