Me
llevo un libro lleno de sueños, noches, amigos y un año que dejaste aquí. Me
llevo los dos últimos meses, que fueron marcados a fuego. Me llevo un abrazo
tuyo (mi eterno refugio) hasta febrero, una memoria viva y un camino fresco.
Me
llevo la emoción de cada día, recordando tus enseñanzas, oliendo la infancia y
besando tus palabras. Me llevo las ganas de vivir, porque eso soy hoy. Esperándote hasta que se haga agosto.
También
llevo una plaza bañada de soledad y urgencia, caminando sus tierras, su noche y
futuro. Me llevo mi lágrima de asombro y tu risa de esperanza. Alzo la bandera
que me diste.
Me llevo ese momento en que soplé y te vi y ese fue el día en que
empezó la suerte. Me llevo el gusto del vino en la boca. (Por todas las cosas
buenas decíamos, todas las cosas cada vez mejores que nos van a pasar). Me
llevo la noche que me acercaste la certeza de ese mundo que es posible.
No me llevo ni una sola gota de veneno.
Me llevo los besos cuando te ibas (no estaba nunca distraída, nunca). Y un asombro por todo esto que
ninguna carta, ninguna explicación, puede decir a nadie lo que ha sido.
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